Canción de la ama
Agua de vida, sangre desnuda
Una historia sobre lo que flota cuando todo se hunde.
La casa huele a pan tostado. Pero debajo hay otro olor, el del hueco que nadie limpia.
Erik tiene seis años y su madre está en el sofá mirando un punto de la pared donde no hay nada. Su padre fuma en el balcón y mira el monte. Entre ellos, un silencio que se puede tocar con los dedos.
Del cuello de Erik cuelga una ballena de oro. Pesa exacto. Como una promesa. Como un ancla.
"¿La ama está malita?"
"De algo que no se ve."
Erik aprende, demasiado pronto, que hay ausencias que no necesitan puerta ni maleta. Que una madre puede abrazarte y que el abrazo se sienta vacío. Que el cuerpo guarda lo que la boca no dice —y a veces lo convierte en piedra.
Después llegan otros. Los que enseñan que hay formas de querer más lentas, que giran en lugar de tirar.
Treinta años después, la ballena ya no cuelga del cuello. Pero sigue pesando.
El Ciclo Sonoro de La ballena de oro nace del mismo lugar que la novela: el silencio entre lo que se puede decir y lo que solo se puede sentir. Dieciséis piezas que atraviesan tres actos —Agua, Piedra, Aire— siguiendo el viaje de Erik desde la infancia rota hasta la reconciliación. Entre ellas, diez "respiraciones de ballena": pausas donde el dolor respira y se transforma. Un diálogo entre el barroco tardío y lo contemporáneo, entre una catedral y un dormitorio a las tres de la mañana. Las canciones con letra son poemas de los personajes, interpretaciones de cartas encontradas, escritos del cuaderno azul —voces que la novela guarda en silencio y que aquí, por fin, cantan.
Agua de vida, sangre desnuda
El descenso
El ascenso
Entre las piezas del ciclo, diez pausas. Momentos donde la música se detiene pero el sonido y la imagen continúan: el viento del Peine, el agua contra las rocas, luz filtrándose bajo la superficie. Son los silencios que la novela necesita para no ahogarse, y el universo visual de la historia —el mundo como el autor lo ve cuando cierra los ojos y vuelve. Como la ballena que emerge entre dos inmersiones: no para cantar, sino para tomar aire y volver a sumergirse.
"Su ama le dejó a Erik un cuaderno azul con una frase: Para que inventes remedios que yo no supe encontrar."
El silencio no era un vacío: era una cosa que se podía tocar con los dedos.
Es más rápido romper, pero si giras sale entera.
A veces el cuerpo hace piedras con la tristeza. Cuando salen duele, pero después puedes respirar.
Es el peso de haber sido amado por gente que no sabía cómo quedarse.
Se querían tanto que se rompieron intentando dejarnos enteros.
Hay ausencias que se convierten en hogar.
Es donde la novela termina. Es donde todo vuelve al agua.
Erik Ugarte López es un escritor del País Vasco. La ballena de oro es su primera novela, una autoficción que ha tardado treinta años en poder escribir.
Trabaja en proyectos humanitarios con la Federación Internacional de la Cruz Roja, gestionando programas de integración de refugiados en Europa del Este. Vive entre Hungría y España.